La elección de este lugar para construir el Monasterio fue su cercanía al Real Alcázar, de hecho los reyes accedían a la iglesia mediante un pasadizo que los comunicaba. De la edificación original nos queda la sencilla portada ya que todo lo demás se reconstruyó tras un incendio en 1734. El convento sigue utilizándose para uso monástico, ocupándolo las monjas agustinas recoletas o «margaritas» -por la fundadora- en régimen de clausura estricta. En él hay multitud de obras artísticas de gran valor cedidas por Felipe III y sus sucesores.
Además, se conservan unos 700 relicarios con todo lo inimaginable como cabezas de santos o brazos de mártires, pero de todos ellos destaca el relicario que contiene la sangre de San Pantaleón, médico turco decapitado en el 305 por profesar la fe católica. Cada año, el 26 de julio la sangre del santo contenida en una ampolla se vuelve líquida. Así permanece el 27, día de San Pantaleón, hasta que el 28 de nuevo se condensa. Año tras año miles de personas acuden a observar el «milagro». Se dice que si la sangre no se licúa, el año siguiente vendrá cargado de desastres como ocurrió cuando se desató la Primera Guerra Mundial o la Guerra Civil.
Aunque hay bastantes teorías, hasta la fecha, ninguna explica el porqué de este fenómeno. La iglesia no se ha definido y se limita a comentar que todo es un regalo de Dios, ya que la ampolla está herméticamente cerrada desde su llegada al monasterio a comienzos del XVII. Habrá que estar atento a las noticias de hoy y ver si un año más el fenómeno se cumple ya que se crea o no se crea, ante la duda siempre será mejor que el «milagro» continúe.
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